05 julio 2013

DE MARINA CASTAÑO A LETICIA SABATER


Inaugurada la temporada, alterno la arena con el asfalto, y viceversa, y el puñado de libros pendientes con el festival de cotilleos veraniegos, por eso de no morir en el intento. Paso revista bajo la sombrilla y hasta arriba de potingues, y respiro orgulloso al contemplar los casamientos de dos pilares fundamentales de la jet. Adriana Abascal y Marina Castaño renuncian a los honores de viuda y separada bien colocada, y renuevan libro de familia de la mano de dos muchachotes de buen ver y billetera holgada, uno y otro con un porrón de mantenidas e hijos a la espalda. La señora del Nobel se arranca por bulerías cual ciudadana de a pie, y la mexicana más veleidosa que parieron los aztecas se pone chisposilla y confiesa: “Por fin me caso por amor”. Un amor que hace aguas en el caso de Susana Uribarri y el stripper de la Obregón, y que parece que vuelve a reinar entre Letizia y Felipe, que tapan bocas al compás de “Sufre, mamón, devuélveme a mi chica” en el concierto de Hombres G. La princesa se desmelena casi tanto como Olvido Hormigos, metida a reportera cachondona y vapuleada por lanzarse a puerta gayola a las playas de España en busca de carne. No conformándose con llegar a fin de mes en triquini y plataformas, tira de guión para abrirse nuevos frentes y permanecer en el candelabro, que diría la otra. La non grata de Los Yébenes entra a matar y consigue sin levantar la voz agitar las tardes y atragantarle el yogur a la clase noble de la banda, léase Terelu. La niña de la Campos asoma la pestaña por encima de la gafapasta bifocal, defiende su refriegue discotequil de antaño y deja patente que es la única académica capaz de reencarnarse, en cuestión de minutos, en su propia madre. Reencarnado pero en una extraña especie que va de el David de Miguel Ángel al chulo piscinas de toda la vida, posa Escassi entre burbujas para deleite de todo bicho viviente con fervorosos deseos de intuir/advertir/imaginar la poderosa razón que trae de cabeza a todas las señoritas que se cruzan en su camino. Una de ellas y precursora del harén no es otra que Vicky Martín Berrocal. La sevillana aprovecha la mínima ocasión para venderse y promete darnos el agosto abanderando a la mujer con curvas, celulitis, mal despertar y un sinfín de cualidades que la convierten en un referente de este siglo, tan apañada que lo mismo diseña una bata de cola, que presenta un programa, que escribe un libro de autoayuda. Un talento tan en alza como el de Leticia Sabater, azote de las fiestas de pueblo de aquí en adelante al presentarse en carteles y hojas parroquiales como la nueva musa de Génova y de todos los peperos que vean en ella un gancho para desviar la atención y arrojar humo sobre el ´caso Bárcenas´. El extesorero pasa las vacaciones en Soto del Real y su legítima se hace la infanta y pasea por la Milla de Oro como una Lomana cualquiera. Un silencio que también impera en el entorno de Carlota de Mónaco y Pilar Rubio, dos claras postulantes a estrenarse como mamás próximamente. A la espera de confirmación, me doy una vuelta por las rebajas y me tropiezo con Miguel Ángel Silvestre, Colate y Bimba Bosé. El duque montado en un Beetle, el ex de Paulina sacando efectivo en ventanilla y la sobrina de papito sudando la gota gorda dentro de un chándal de neones sólo apto para adeptas de la tendencia vagabunda-chic. Todo está en su sitio, así que me recojo en paz. Hasta pronto, corazones.