Sábado. Ante la enésima bajada de
temperaturas, me encierro a cal y canto para una tarde de cine español. Dirigida
por Carlos Iglesias y estrenada en 2006, "Un
Franco, 14 pesetas" cuenta la
historia de dos amigos que emigran a Suiza en los años sesenta a probar suerte
dejando a sus familias en Madrid. Con tintes autobiográficos (el papel
protagonista está basado en la historia real de su padre), las secuencias se
van sucediendo entre la ilusión por regresar a su país con dinero en los
bolsillos, una lucha de sentimientos encontrados y varias desgracias que les
empujan a tomar decisiones importantes de cara al futuro. Cuando sus mujeres se
unen a la aventura, la historia da un giro inesperado. A punto de presentarse
la segunda parte ("2 Francos, 40 pesetas"), el argumento cobra actualidad
al tratar de forma exquisita el sacrificio que muchos españoles de la época
hicieron dejando sus hogares en busca de una oportunidad.
Domingo. Una España que tomó otro rumbo y dio
paso a la Transición con Adolfo Suárez a la cabeza. Hoy todo un país está de
luto y rinde homenaje a uno de sus políticos más ilustres. Valiente, seductor y
buena persona son algunos de los calificativos que los que lo conocieron
destacan de él. Dejando a un lado las ideologías, personalidades de la cultura, la política o
los medios de comunicación dicen adiós al primer presidente de la Democracia,
al padre, al amigo y al Adolfo de andar por casa que hace más de una década
dejó de recordar quién era en medio de un cataclismo familiar marcado por una
de las enfermedades más crueles de este siglo. Por suerte, el pueblo sí tiene
memoria.
Lunes.
A la Pantoja le
crecen los enanos. A sus problemas con el fisco de los últimos meses, se suma
el encontronazo de su yerno con algunos fotógrafos en Jerez de la Frontera este
fin de semana. Los hechos comenzaban cuando Chabelita acudía a la primera
revisión de su Alberto custodiada por la nanny
Dulce, su suegra la enfermera y Alberto padre. A los pocos minutos de hacer la
entrada en Urgencias, Isla y varios paparazzi
se enzarzaban en una pelea a guantazo limpio ante la pasividad del vigilante de
seguridad y el berrinche de una celadora que pasaba por allí. Una imagen que ya
da la vuelta por las televisiones y que, con toda probabilidad, se terminará
visionando en un juzgado. Con amenaza de demanda bajo el brazo por parte de la
tonadillera, se sentaba Pepi Valladares la misma noche en el trono de Conchita
la poligrafista, que entre cable y cable se hace el agosto a la chita callando.
La que fuera asistente personal, ama de llaves y hombro sobre el que llorar de
la cantante años ha, desenfundaba chismes jamás contados sobre lo que se cocía
en las habitaciones de Cantora. La ex de Fosky (el chófer) se ganaba al público
a golpe de melena pantojera y dibujaba a una Maribel de carácter complicado, a un Agustín que ve la
vida pasar en pijama y pantuflas bajo el título de señorito, y a un Julián Muñoz que escondía provisiones de Viagra en
el contador de la luz. Al final va a ser que Paquirrín es el listo de la
familia.
Martes.
Lo que Patricia
Conde anunció como un divorcio de mutuo acuerdo, va camino de convertirse en el
pitote de la temporada. Después de un matrimonio exprés y un hijo en común, la
presentadora y Carlos Seguí han iniciado una batalla legal que se avecina larga
y tormentosa, con diferencias insalvables y denuncias cruzadas de muy mal
gusto. Mientras la rubia prepara su rentrée televisivo con "Ciento y la madre" (Cuatro), el empresario mallorquín defiende sus derechos como padre y viaja a
la capital con asiduidad arropado por su familia, un clan respetado y
reconocido en Palma de Mallorca. Cuentan los que vivieron cerca de la ya
expareja que la vallisoletana se adaptó rápidamente a la vida anónima de la
isla, donde era una más y donde ultimaba la construcción de una minimansión
hecha a su medida. De la noche a la mañana, el comportamiento de Conde y sus
ansias por reincorporarse al mundo laboral y a la vorágine capitalina, dieron
al traste con una relación que parecía idílica de puertas para fuera. Una vez
más, la justicia hará de bálsamo entre los antiguos tortolitos. Un clásico.