22 septiembre 2015

TODOS SOMOS TERELU, Y LO SABES

“Terelu atraviesa una decadencia profesional, personal y física. Todos somos Terelu”. Así reza el último WhatsApp que conservo de estos meses de asueto que me he marcado para reencontrarme conmigo mismo, que dirían las viejas glorias del destape para justificar un parón en seco por falta de ofertas. Un servidor, que está a medio camino entre lo de vieja y lo de gloria, continúa dándole vueltas a la situación de Terelu y busca respuestas en voz baja. Volviendo a la primera persona del singular antes de que se me echen encima los puristas del léxico, hago examen de conciencia en cuanto al grado de responsabilidad que tenemos algunos del descenso a los infiernos de esta gran mujer. Va a ser verdad que el éxito ajeno no acostumbramos a celebrarlo, pero la miseria nos sirve para regodearnos y terminar de pisotear esa colilla que se resiste a apagarse. Quizá tengamos que remontarnos a esta teoría tan manida (me da por el saco esta palabreja, me buscaré un sinónimo), para alcanzar a comprender (coletilla registrada por la Campos), cómo hemos llegado a esta situación. Y digo hemos con la boca llena y convencido de que todos hemos aunado fuerzas para darle el último empujón al borde del precipicio a la estrella en ciernes, a la eterna promesa de los medios, a la hija pródiga, al mito erótico de todo camionero en ruta, al icono de estilo que marcó una época, a una dama hecha a sí misma delante y detrás de las cámaras, a alguien que barre en audiencia a la par que es detestada en las cocinas de todo el país, un país que se le lanza al cardado sin piedad y termina haciendo el pino puente en el generoso canalillo de la pequeña gran heredera. Suelto toda esta sarta de paridas porque confío en que todos y cada uno de nosotros hemos sido, somos y seremos Terelu en alguna ocasión. Forma parte de la vida y del vaivén al que estamos sometidos en este viaje. El verdadero problema surge cuando a la crisis profesional se une la sentimental, las carnes dejan de acompañar y millones de espectadores son testigos de cómo haces la croqueta en el fango en hora punta. Desde aquí animo a esta chica a reinventarse, recuperar la soberbia perdida y lanzarse a las pistas de la capital sin miramientos, sin miedos y envasada al vacío como si no hubiera un mañana. Recuperada en ese sentido, el resto vendrá rodado; las productoras se desharán de la cacatúa de la lengua larga y la falda corta, y los empresarios venidos a menos le echarán la caña de nuevo y se asomarán al balcón de Semana Santa para la foto. Si mis consejos decide pasárselos por el qué tiempo tan feliz, le recomiendo encomendarse a profesionales de la causa, señoras que no bajan la guardia y salen airosas de las trincheras una y otra vez; véanse Eugenia la duquesita, Preysler, Martita Sánchez o la mismísima Pantoja, que baila por sevillanas en Alcalá de Guadaíra con el mismo ímpetu que Rajoy hacía la conga estos días en la boda gay de la derecha. Ánimo y al toro, querida. No olvides que piojos con menos clase han resucitado.